Todos los años intentan llegar a Europa millares de personas migrantes y refugiadas. A algunas las mueve la necesidad de escapar de la pobreza extrema; otras buscan refugio contra la violencia y la persecución.
La solidaridad es una exigencia de ser humano, pero no es suficiente.
En el verano de 2015 se ha incrementado la presión sobre las fronteras sudorientales de Europa, de personas desplazadas por la situación de Siria, y la difusión por la prensa de imágenes terribles de personas con aspecto físico y cultural semejante al nuestro, ha evidenciado las políticas de la UE con respecto a la acogida de refugiados políticos.
La Unión Europea (UE) y sus Estados miembros han construido una fortaleza cada vez más impenetrable para impedir la entrada de migrantes irregulares sin importarles los motivos que estas personas tengan ni las medidas desesperadas que muchas están dispuestas a tomar para alcanzar las costas europeas. A fin de "defender" sus fronteras, la UE ha financiado complejos sistemas de vigilancia, prestado apoyo económico a Estados miembros de su periferia y creado un organismo para coordinar a un equipo paneuropeo de guardias de fronteras que patrullen las lindes de la UE.
Durante el año pasado, Málaga recibió 221 peticiones de asilo y en lo que llevamos de año, según la comisión Española de Ayuda al Refugiado, la cifra se ha duplicado.
Los dos centros de refugiados que existen en la provincia de Málaga tienen las plazas agotadas. Albergan un cupo aproximado de 77 personas aproximadamente, pero sólo 37 son realmente para inmigrantes que piden asilo. Los últimos en llegar a estas dependencias han sido 28 ciudadanos sirios procedentes de Melilla esa misma mañana ante la guerra en su país.
La Unión Europea habría planteado un cupo que en función de la población supondría 422 plazas para los refugiados en Málaga, 10 veces más de las que hay actualmente para las personas que solicitan asilo.
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